viernes, 6 de noviembre de 2020

EL NIÑO Y SU COMETA


Un niño observa volar a las aves y siente, en su alma, la necesidad de experimentar esa ofrenda máxima a la libertad. Sabe que su cuerpo no está diseñado, como el de ellas, para tentar esa posibilidad, sin embargo, sus sueños lo atan al cielo como si algo de él proviniese de allá arriba.

Entonces piensa y busca luego alguno que otro pedacito de papel o plástico, nuevo o usado; entonces, proyecta sus sueños de vuelo en ese nuevo tesoro que será su proyecto más preciado. Es así que va transformando esa materia en la base para realizar su hazaña. La mide, la corta, le va dando detalles, que aunque mínimos, van reflejando sus ilusiones. 

Busca el soporte adecuado para que no se quiebren fácilmente las esquinas, como si tuvieran que resistir mil tormentas, y, a través de ello, pudiera hacerse más dueña de ese espacio que también a él le pertenece. Ajusta todo a su gusto. Cada detalle es importante y aunque busque con ansias la perfección, sabe que ello es imposible de lograr. 

Toca ahora colocarle las colas. Él las contempla y satisfecho recuerda que le puso un especial énfasis a ellas, puesto que serán quienes le den la maniobrabilidad, el aire artístico, mítico y personal a su amada creación y complemento.

La cuerda es la que tiene que ser el hilo umbilical, la línea de conexión. La directa utilidad de ésta le resta importancia a la marca, pero, le advierte que su finalidad es de ser resistente a todo embiste de las tempestades. 

Llega el día esperado y al fin, el último detalle reluce ante sus ojos esa mañana. Ya halló el lugar indicado, el día indicado, la hora indicada… para comprobar si tanto esfuerzo ha valido la pena. Toma su amada cometa con delicadeza y le sopla valor con palabras dulces y emotivas, a medida que sus pasos van encadenándose a su velocidad y a la extensión de cuerda que le va otorgando a su ave ficticia. 

Sus ojos se iluminan al ver su creación cumpliendo el sueño compartido: besar el cielo como símbolo de libertad. Ella, la cometa, lo mira desde lo alto con ternura, y aunque aún posee el cordón umbilical, es libre de bailar como quisiere.  

El niño aprende a ser diestro en el camino, va sorteando todo tipo de suertes otorgadas por el tiempo, por el viento y otros agentes. Hay momentos en los que el hilo daña sus manos, por la fuerza y la desesperación con la que la tempestad quiere derrumbar sus anhelos. El pequeño lucha contra todo y ella, le ayuda en su predicamento. Es una emocionante aventura compartida. Superar obstáculos compacta aún más la relación entre ambos. El tiempo parece no transcurrir cuando el clima es perfecto. Y entonces va alimentando la distancia con bocanadas controladas de destino. Ella está en lo más alto de su posición y desde esa distancia puede verlo tan pequeño e insignificante y puede ver más retazos del mundo que antes no había imaginado. 

Entonces pasa lo de siempre en ese sueño creado para dos: uno que va perdiendo la emoción a causa del paso del tiempo, de la rutina, de la falta de motivación y adrenalina que las tormentas alimentaban; y la otra, que se llena de soberbia al saberse ahora dominante e inalcanzable, libre como un ave y con la suficiente confianza como para conquistar otros mundos. 

Una que otra vez, el de abajo, tira de la cuerda para afianzar su conexión con la de arriba; y aunque ésta sea tenue, afirma un lazo que todavía persiste al tiempo y la distancia. Ya no puede ver la magnificencia del amor y la pasión invertidos en tan maravilloso proyecto, pero sabe que está allá, cumpliendo sus sueños. Desde arriba ella comprende que su camino fue de escuela: cada paso, cada acto le sirvieron para empoderarse de la forma como ahora lo hace. Ha sido buena alumna y se siente satisfecha por ello.

Ya de tarde el niño pájaro sabe que tiene que volver a casa, que el paso del tiempo nunca es subjetivo y que la distancia implica cierto pesar previo a todo sacrificio. Se ven por última vez desde su distancia y entonces comprenden que una vez que se oculte el sol, él tendrá que tirar con fuerza –quizá con la última que le queda- de ese cordón umbilical que los unía en un destino onírico y efímero. Cerrará los ojos quizá y comprenderá que así será mejor, que ya no habrá ataduras a ninguna nostalgia; que con ello romperá indefectiblemente la línea del tiempo que los mantuvo unidos por muchos recuerdos. Sí, lo hará y se despedirá de ella que, a partir de entonces, podrá tomar el rumbo que siempre hubo soñado, pero que por culpa de la unión forzada, no había podido concretar. 

Toda separación es dolorosa y más aún si lo hacemos de algo o alguien que ha significado mucho en nuestras vidas… pero es indefectiblemente necesario, cuando ya no hay más historias que escribir al respecto. Los niños tienen que separarse de sus cometas, de una forma u otra, en un pequeño, mediano o largo plazo, pero tendrán que hacerlo si ya no tienen ningún proyecto emocionante como unísono sueño.



martes, 6 de agosto de 2019

Presiento que tu silencio es mi Palabra

Que la suerte duerme a nuestras espaldas

Y que las Golondrinas Nos susurran Baladas.


Confío en los Círculos Cosmicos de la Existencia Humana


JUEGOS MACABROS

El tiempo me ha enseñado a valorar los momentos más importantes de mi vida, valorar a las personas y valorar las cosas que hacen las personas por uno.

No quisiera ponerme sentimental o caer en un estado de cursilería patética en estos momentos ya que es el comienzo de un año que creo que a estas alturas de mi vida tiene la esperanza de ser esperanzador y bueno. No se puede conocer a las personas en su totalidad si es que ellas, no dejan que lo hagas. No se pueden saber los misterios que esconde la personalidad de cada uno si no logras ser buen observador y totalmente pasivo.

Hace más de un año he venido intentando ingresar en el subconciente de algunas de las personas de mi entorno que creo son diferentes. Personas que tienen el grado(para mí) de totalmente especiales.

No me ha resultado nada fácil crear mundos paralelos para lograr lo que me he propuesto. Muchas veces las personas creen que la locura ha llegado a invadir por completo mi personalidad, mi mente, mi mundo, mi corazón. Nada de eso. La locura es apenas un alisciente en mi personalidad que me sirve de impulso audaz para lograr mis objetivos: pequeños en parte, pero magnánimos en contenido.

He ido jugando con los temores de algunas personas, con el sentimiento de soledad, con el sentimiento de cariño, de maldad, de duda y de malisioso deseo. He sentido muchas veces que las personas no logran entender el verdadero significado de las cosas, que cada persona entiende las cosas como le conviene entenderlas y que cada uno tiene una forma diferente de sentir, de pensar y por último de ser.